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.Fue para mí el equivalente literario de la vacuna de la viruela: desdeentonces, que yo sepa, nunca he usadlo la palabra zestful en ninguna novela ocuento.Ni lo haré, Dios mediante.Mineros de asteroides (no se llamaba así, pero era un título parecido)fue un libro importante en mi vida de lector.La mayoría de la gente se acuerdade cuándo perdió la virginidad, y la mayoría de los escritores se acuerdan delprimer libro cuya lectura acabaron pensando: yo esto podría superarlo.¡Cono,si ya lo he aperado! ¿Hay algo que dé más ánimos a un aprendiz de escritorque darse cuenta de que lo que escribe, se mire como se mire, es superior a loque han escrito otros cobrando?Leyendo prosa mala es como se aprende de manera más clara a evitarciertas cosas.Una novela como Mineros de asteroides (o El valle de lasmuñecas.Flores en el ático y Los puentes de Madison, por dar algunosejemplos) equivale a un semestre en una buena academia de escritura,incluidas las conferencias de los invitados estrella.Por otro lado, la buena literatura enseña al aprendiz cuestiones de estilo,agilidad narrativa, estructura argumental, elaboración de personajesverosímiles y sinceridad creativa.Quizá una novela como Las uvas de la iraprovoque desesperación y celos en el escritor novel («No podría escribir tanbien ni viviendo mil años»), pero son emociones que también pueden servir deacicate, empujando al escritor a esforzarse más y ponerse metas más altas.Lacapacidad arrebatadora de un buen argumento combinado con prosa de calidad92 es una sensación que forma parte de la formación imprescindible de todos losescritores.Nadie puede aspirar a seducir a otra persona por la fuerza de laescritura hasta no haberlo experimentado personalmente.Vaya, que leemos para conocer de primera mano lo mediocre y loinfumable.Es una experiencia que nos ayuda a reconocer ambas cosas encuanto se insinúan en nuestro propio trabajo, y a esquivarlas.También leemospara medirnos con los buenos escritores y los genios, y saber hasta dónde sepuede llegar.Y para experimentar estilos diferentes.Quizá te encuentres con que adoptas el estilo que más admiras.No tienenada de malo.De niño, cuando leía a Ray Bradbury, escribía como él: todo eraverde y maravilloso, todo visto por una lente manchada por el aceite de lanostalgia.Cuando leía a James M.Cain me salía todo escueto, entrecortado yduro.Cuando leía a Lovecraft, mi prosa se volvía voluptuosa y bizantina.Algunos relatos de mi adolescencia mezclaban los tres estilos en una especiede estofado bastante cómico.La mezcla de estilos es un escalón necesario enel desarrollo de uno propio, pero no se produce en el vacío.Hay que leer detodo, y al mismo tiempo depurar (y redefinir) constantemente lo que seescribe.Me parece increíble que haya gente que lea poquísimo (o, en algunoscasos, nada), pero escriba y pretenda gustar a los demás.Sin embargo, sé quees cierto.Si tuviera un centavo por cada persona que me ha dicho que quiereser escritor pero que «no tiene tiempo de leer», podría pagarme la comida enun restaurante bueno ¿Me dejas que te sea franco? Si no tienes tiempo de leeres que tampoco tienes tiempo (ni herramientas) para escribir.Así de sencilloLeer es el centro creativo de la vida de escritor.Yo nunca salgo sin unlibro, y encuentro toda clase de oportunidades para enfrascarme en él.El trucoes aprender a leer a tragos cortos, no sólo a largos.Es evidente que las salas deespera son puntos de lectura ideales, pero no despreciemos el foyer de unteatro antes de la función, las filas aburridas para pagar en caja ni el clásico delos clásicos: el váter.Gracias a la revolución de los audiolibros, se puede leerhasta conduciendo.Entre seis y doce de mis lecturas anuales son grabadas.Encuanto a que te pierdas cosas fabulosas por la radio.A ver, ¿cuántas vecespuedes escuchar a los Deep Purple cantando Highway Star?La gente bien considera de mala educación leer en la mesa, pero siaspiras a tener éxito como escritor deberías poner los modales en el penúltimoescalón de prioridades.El último debería ocuparlo la gente bien y susexpectativas.De todos modos, SÍ adoptas la sinceridad como divisa de lo queescribes, tus días como integrante de tan selecta colectividad están contados.¿Dónde más leer? Pues en la cinta de correr, o en el aparato que usescuando vas al gimnasio.Yo, que procuro hacer una hora de aparatos al día,creo que sin la compañía de una buena novela me volvería loco.Hoy en día,93 casi todas las instalaciones para el ejercicio físico (tanto domésticas como paragimnasios) tienen tele instalada, pero la verdad es que la tele es lo que menosfalta le hace a un aspirante a escritor, ni haciendo gimnasia ni en cualquierotro momento del día.Si sientes como algo imprescindible tener puestos a losbocazas de la CNN dando las noticias mientras haces ejercicio, o a los bocazasde la MSNBC hablando de la bolsa, o a los bocazas de la ESPN dando losdeportes, ya va siendo hora de que te preguntes por el grado de seriedad de tusaspiraciones de escritor.Tienes que estar dispuesto a replegarte a concienciaen la imaginación, y me parece que no es muy compatible con lospresentadores de los talk-shows de moda.Leer toma su tiempo, y el pezón decristal te roba demasiado.Una vez destetada del ansia efímera de tele, la mayoría descubrirá queleer significa pasar un buen rato.He aquí mi sugerencia: la desconexión de lacaja-loro es una buena manera de mejorar la calidad de vida, no sólo la de laescritura.Además, ¿de cuánto sacrificio hablamos? ¿Cuántas reposiciones deFrasier y Urgencias hacen para relizarte como norteamericano? ¿Cuántoshoras de teletienda? ¿Cuántas.? No sigo, que me sulfuraría [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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