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.La imagen siniestra del hombre flaco se apagaba, y reaparec�aun poco m�s lejos, recomenzando su anuncio.Por encima de la entrada de las Doce - Calles, daba vueltas una imagen de El�a, uncuarto de vuelta a la izquierda, a la derecha, a la izquierda, a la derecha.- La Universidad busca a esta mujer, El�a 3-19-07-91.Ustedes la reconocer�n por losojos.La buscamos para salvarla.El�a, identif�quese con su llave.Al extremo de una pista, cerca de la chimenea de despegue, una peque�a cantidad degente hab�a bloqueado un aparato de forma oblonga, inusitado en Gondawa.Unciudadano de Lamoss, que lo ocupaba, fue extra�do de �l con violencia.Gritaba que noera enisor, que no era un esp�a, que no era un enemigo.Pero la multitud no comprend�ala lengua lamoss.Ella ve�a la vestimenta extra�a, el pelo cortado al ras, la cara de colorclaro, y gritaba: "Esp�a"."A la muerte".Comenzó a golpear.Algunos estudiantes volaron aauxiliar al hombre.Los guardias blancos los siguieron.El lamoss despedazado,desgarrado, en jirones, hecho papilla bajo los pies de la muchedumbre rabiosa.Losestudiantes furiosos aullaban contra el horror y la imbecilidad.La muchedumbre gritaba:"�Estudiantes! �Esp�as! �Vendidos a la muerte!".La muchedumbre arranca, rasga losfaldones de los estudiantes y las estudiantes, les arrancan los pelos, las orejas, los ojos,los sexos, los guardias blancos tiran, barren con todo el montón, todo el rincón, todo elmundo.El sin llave tuvo una sonrisa triste, hizo un gesto amistoso a sus dos compa�eros, y sealejó en dirección de las Doce-Calles.El�a y Paikan se apresuraron en llegar a una zonam�s tranquila del Parking.La segunda fila de aparatos de larga distancia estaba casidesierta, apacible.Un aparato que acababa de llegar se ubicaba en su sitio.Paró, seposó, su puerta se abrió, un hombre apareció.En el momento de bajar se detuvo,sorprendido, para escuchar los gritos de violencia y los choques sordos de las armas.Los�rboles le imped�an ver, pero el tumulto llegaba hasta �l.Saltó a tierra.- �Qu� pasa? - preguntó a Paikan. �ste, por toda respuesta, levantó hacia �l su mano izquierda enguantada con el armablanca, y con la mano derecha le arrancó su arma, que tiró a lo lejos.- �Vu�lvase a subir! �Pronto!Comprendiendo de menos en menos, el hombre obedeció.Paikan le hizo sentarse, letomó la mano y hundió su llave en la placa el�stica.Interminable espera de un instante de silencio.Luego bruscamente el indicadorluminoso palpitó.Paikan dio un profundo suspiro y con su mano derecha cerró la boca delhombre.- �Destino? - preguntó el difusor.- Lamoss, primer parking.Hubo un corto ronroneo seguido de un ruido "clap".- Cr�dito suficiente.Destino registrado, retire su llave.Partida.Paikan arrancó al hombre de su asiento y lo arrojó fuera, grit�ndole agradecimiento ydisculpas.Ya la puerta se cerraba bruscamente, el aparato decoraba, giraba sobre s�mismo, y alcanzaba la pista.Se dirigió hacia la rampa de salida.El difusor de a bordo habl�:- La Universidad busca a El�a 3-19-07-91, El�a identif�quese con su llave!.La chimenea de partida aspiró al aparato que brotó hacia arriba.Salió de la Boca ysubió en la noche exterior.Desde que viv�an en la superficie, El�a y Paikan hab�an perdido la costumbre de la luzperpetua de las ciudades enterradas.Era de d�a cuando dejaron el Parking, y pensabanencontrar el d�a en el exterior.Pero la Tierra y el Sol hab�an continuado su carrera y lanoche hab�a llegado con sus pueblos de estrellas.Se acostaron uno junto al otro sobre ellecho del aparato, y de la mano, sin decir una palabra, se dejaron invadir por la dulzura yel silencio infinitos.Ascend�an en la noche y la paz, hacia un cielo estrellado; se olvidabande la Tierra y de sus horrores absurdos.Estaban juntos, estaban bien, cada instante defelicidad era una eternidad.Se pusieron los c�rculos de oro de los cuales estaba provisto el lecho, y los dos bajaronla placa frontal.Ten�an tanto la costumbre de comunicarse as�, que cada uno pod�a recibirdel otro el contenido de su memoria, al mismo tiempo que sin necesidad de pensar, leparticipaba lo que conten�a la suya.El intercambio se efectuaba constantemente.Se pon�an los c�rculos, cerraban los ojos, bajaban la placa, y en seguida no ten�an m�sque una sola memoria, un solo pasado.Cada uno evocaba los recuerdos del otro como sifueran propios.Ya no eran m�s dos seres que creen conocerse y se equivocan, sino unsolo ser sin rastros de sombra, solidario y sólido frente al mundo.As� Paikan supo sobretodo el proyecto del Refugio, y de cada instante vivido por El�a entre el momento en quelos hab�an separado y en el que se hab�an vuelto a juntar.As� supo cómo hab�arecobrado su libertad.Informado por ella misma, sufrió por El�a, sin reproche y sin celos.No hab�a lugar entre los dos para sentimientos de ese orden, pues cada uno conociendoel otro, lo comprend�a completamente.Se sacaron al mismo tiempo los c�rculos de oro y se sonrieron, en una comunión total,una felicidad perfecta de estar juntos, de no ser m�s que uno en su mutuo conocimiento, ydos para compartirla y multiplicar sus goces.Como dos manos de un mismo cuerpo queacarician el mismo objeto, como dos ojos que dan al mundo su profundidad.El difusor de a bordo habló:- Estamos alcanzando el nivel 17.vamos a comenzar el vuelo horizontal hacia Lamoss.Marcha autorizada: velocidad 9 a 17.�Qu� velocidad desean ustedes?- El m�ximum - dijo Paikan.- M�ximum, velocidad 17, registrada.Atención a la aceleración.A pesar del aviso, el desplazamiento horizontal apretó a El�a contra el fuselaje, e hizorodar a Paikan por encima de ella.�sta se puso a re�r, tomó con sus dos manos suslargos cabellos rubios todav�a h�medos, le mordisqueó la nariz, las mejillas, los labios. No pensaban m�s en sus infortunios, en las amenazas, en la guerra.Volaban hacia unabra de paz.Quiz� moment�neo, precario, ilusorio, y donde los m�ltiples problemas sepresentar�an, en todo caso, para ellos.Pero estas preocupaciones eran para ma�ana,para despu�s.Vivir las desgracias de antemano, es soportarlas dos veces.El momentopresente era de alegr�a, no hab�a que emponzo�arlo.Fue cortado bruscamente por el alarido de las sirenas de alerta en el difusor,Helados, se enderezaron.Una se�al roja gui�aba en la plaqueta de mando.- Alerta general - dec�a el difusor.Todos los vuelos est�n anulados.Volvemos alParking por el camino m�s corto.Deben dirigirse inmediatamente a sus emplazamientosde movilización.El aparato viró y comenzó, una bajada vertiginosa en oblicuo.En el suelo, al trav�s delfuselaje trasparente, se ve�a el ballet enloquecido de las casas de recreo acercarse a unavelocidad en aumento, y el embudo de la Boca aspirar las burbujas luminosas querevoloteaban por encima de ella, esperando su turno.El aparato disminuyó de velocidad y vino a tomar su lugar en la ronda.Todos losaparatos de la superficie hab�an recibido la orden de volverse.Casas o m�quinas, eranmillares en dar vueltas por encima de, la Boca que aspiraba los m�s cercanos.La rondacubr�a todo el lago y el bosque.- Nos llevan de vuelta a la Ciudad, a la trampa - dijo El�a -.hay que saltar.Estaban en ese momento sobrevolando el lago a velocidad reducida, a una alturarazonable para poder dar un salto.Pero las puertas estaban bloqueadas durante el vuelo [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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