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.Mucho más severa con las de su propio sexo de lo que podríaser un hombre, sabe que ésta es mi debilidad fundamental y la valora como prueba de mihumanidad.Si se enterase de mi enredo con Clemente, se pondría de mi parte y daría porhecho que la muchacha me obligó a caer en la tentación.De todas maneras, no le quita ojo deencima a Juliette.La intuición le indica dónde está el enemigo.Mi Alada trabaja en el horno.Me han dicho que es bastante duro, aunque menos fatigoso que cavar el pozo.No me aborda,pese a que debe de ansiar noticias de su hija y mantiene ese aspecto de docilidad impasible ycasi estúpida que no guarda la menor relación con lo que sé de ella.Sólo aflojó una vez yllamó la atención sobre sí misma cuando llevaron a la monja vieja a la enfermería.Pues sí, mehe enterado.Fue un error absurdo.Y ¿qué obtuvo a cambio? ¿Qué lealtad tiene alguien comoella hacia las monjas? Siempre fue blanda de corazón.Salvo conmigo, por supuesto.Esta mañana pasé con Isabelle, en confesión y rezo, dos horas de las que apenas podíadarme el lujo de prescindir.Junto a sus aposentos tiene un despacho propio con altar, velas,el retrato que le ha pintado Toussaint Dubreuil y una figurilla de plata de la Virgen, cogidade los tesoros de la sacristía.En otra época habría codiciado esa figurilla, tanto como el tesorode la sacristía, pero hace mucho que he superado la etapa de los hurtos.Sin dejar de sonreírdesde el fondo del alma, con aire serio y compasivo escuché los delirios de la mocosaconsentida.La madre Isabelle está perturbada.Me lo cuenta con la arrogancia inconsciente de los desu cuna y el orgullo adulto enmascara sus temores pueriles.Me ha dicho que teme.Teme porsu alma y por su salvación.Veamos, ha habido sueños.Sólo descansa tres o cuatro horas pornoche ¿el mar nunca está quieto? y el reposo que halla está salpicado por una clase desueños inquietantes, desconocidos hasta ahora.Le pregunté con qué soñaba y entorné los ojos para encubrir la chispa risueña.Es posibleque sólo sea una niña, pero sus sentidos están despiertos y posee una extraña intuición.Enotra vida podría haberla convertido en una excelente jugadora. Con sangre repuso con voz baja.Soñé que la sangre fluía de las piedras de la criptay entraba en la capilla.También soñé con la estatua negra en la puerta y la sangre quemanaba por debajo.Luego soñé con sor Auguste. Ya he dicho que la intuición no lefalla , con sor Auguste y el pozo.¡Soñé que la sangre brotaba del pozo que sor Augustecavó y me cubría de los pies a la cabeza!Muy bien.Jamás habría atribuido una imaginación tan frondosa a mi joven discípula.Mehe fijado en que, alrededor de la boca y la barbilla, su rostro está cubierto de pequeñasmanchas, lo que indica falta de salud. Ma filie, no debes ser tan estricta repuse con gran delicadeza.Estimular el derrum-bamiento físico a través de la abnegación no es el camino más adecuado para garantizar elcumplimiento de nuestra misión en la abadía. Hay verdad en los sueños masculló con hosquedad.¿Acaso no estaba contaminadael agua del pozo? ¿Y qué me dice del sacramento?Asentí con gran seriedad.A veces cuesta recordar que tiene doce años: con la carita frun-cida y los ojos enrojecidos parece anciana, consumida. Sor Alfonsine vio algo en la cripta.De nuevo esa forma peculiar de murmurar, un poco huraña y a medias autoritaria. Sombras espeté tajantemente, y avivé el fuego. ¡No!130JOANNE HARRIS La Abadía de los AcróbatasHundió instintivamente los hombros, hizo una mueca y se llevó la mano a la boca delestómago. ¿Qué te ocurre?Mantuve la mano en su nuca hasta que se apartó. Nada.¡Nada! repitió como si la hubiera contradicho.Dice que le duele, que se trata de un dolor que durante los últimos días no cesa.Ya se lepasará.Parecía dispuesta a explayarse, pues la máscara arrugada cayó unos segundos y dejóal descubierto a la niña que podría haber sido.Enseguida se recuperó y durante un instantevi claramente a su tío en ella.Se trata de un parecido agradable: me recuerda que no trato conuna niña normal, sino con la hija de una estirpe violenta y degenerada. Le agradecería que se retirase concluyó con altanería.Me gustaría orar a solas.Asentí y disimulé la sonrisa.Hermanita, recita tus oraciones.Es posible que la casa de Ar-nault las necesite antes de lo que te imaginas.131JOANNE HARRIS La Abadía de los AcróbatasCAPÍTULO 33 de agosto de 1610Anoche Germaine se quitó la vida.La encontramos por la mañana, colgada del travesañodel pozo.El peso de su cuerpo lo ha curvado sin llegar a arrancarlo de las paredes de tierra.Unos pocos pies más y el cadáver habría contaminado el agua mucho más que el tinte rojo deLeMerle.Tal como sucedieron las cosas, el suicidio de Germaine fue tan enigmático comoella se mostró en vida.Encontramos mensajes obscenos y difícilmente descifrables en las pa-redes de la capilla y en varias estatuas, garabateados con el mismo lápiz de grasa negro quese empleó para estropear a la nueva Marie.Había quitado la cruz del Císter de la pechera desu hábito; descosió cuidadosamente las diminutas puntadas, como si quisiese ahorrarnos lavergüenza de verla en el pecho de una suicida.Apenas la vislumbré cuando la retiraron de la tumba vertical.Me pareció que estabaprácticamente igual que siempre.Hasta en la muerte su boca tenía ese rictus fruncido ycínico, el rictus de esperar y recibir siempre lo peor que la vida ofrece, mueca que escondíaun corazón vulnerable y más fácil de herir que lo que cabe imaginar.Durante la prima fue enterrada sin ceremonia en la encrucijada que se encuentraextramuros de la abadía.Cavé personalmente su tumba, recordé nuestro trabajo compartidoen el pozo y dirigí unas pocas, silenciosas y apesadumbradas palabras a Sainte Marie-de-la-Mer.Tomasine quería atravesar con una estaca el corazón del cadáver para evitar que andu-viera, pero se lo impedí.Comenté que había que dejar que Germaine descansase comopudiera y que no éramos salvajes, sino monjas.Tomasine hizo un comentario adusto e incomprensible. ¿Qué has dicho? Nada.Percibí el desasosiego.Durante el día caminó conmigo por la abadía, el huerto y la capilla;trabajó a mi lado en el horno y en los campos.De nada sirvió que el tiempo se fastidiase.Dela noche a la mañana el aire se tornó nulo y húmedo y el sol se convirtió en una monedadeslustrada tras la capa de nubes.Sudamos por debajo del manto nuboso y al transpirarapestamos [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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.Mucho más severa con las de su propio sexo de lo que podríaser un hombre, sabe que ésta es mi debilidad fundamental y la valora como prueba de mihumanidad.Si se enterase de mi enredo con Clemente, se pondría de mi parte y daría porhecho que la muchacha me obligó a caer en la tentación.De todas maneras, no le quita ojo deencima a Juliette.La intuición le indica dónde está el enemigo.Mi Alada trabaja en el horno.Me han dicho que es bastante duro, aunque menos fatigoso que cavar el pozo.No me aborda,pese a que debe de ansiar noticias de su hija y mantiene ese aspecto de docilidad impasible ycasi estúpida que no guarda la menor relación con lo que sé de ella.Sólo aflojó una vez yllamó la atención sobre sí misma cuando llevaron a la monja vieja a la enfermería.Pues sí, mehe enterado.Fue un error absurdo.Y ¿qué obtuvo a cambio? ¿Qué lealtad tiene alguien comoella hacia las monjas? Siempre fue blanda de corazón.Salvo conmigo, por supuesto.Esta mañana pasé con Isabelle, en confesión y rezo, dos horas de las que apenas podíadarme el lujo de prescindir.Junto a sus aposentos tiene un despacho propio con altar, velas,el retrato que le ha pintado Toussaint Dubreuil y una figurilla de plata de la Virgen, cogidade los tesoros de la sacristía.En otra época habría codiciado esa figurilla, tanto como el tesorode la sacristía, pero hace mucho que he superado la etapa de los hurtos.Sin dejar de sonreírdesde el fondo del alma, con aire serio y compasivo escuché los delirios de la mocosaconsentida.La madre Isabelle está perturbada.Me lo cuenta con la arrogancia inconsciente de los desu cuna y el orgullo adulto enmascara sus temores pueriles.Me ha dicho que teme.Teme porsu alma y por su salvación.Veamos, ha habido sueños.Sólo descansa tres o cuatro horas pornoche ¿el mar nunca está quieto? y el reposo que halla está salpicado por una clase desueños inquietantes, desconocidos hasta ahora.Le pregunté con qué soñaba y entorné los ojos para encubrir la chispa risueña.Es posibleque sólo sea una niña, pero sus sentidos están despiertos y posee una extraña intuición.Enotra vida podría haberla convertido en una excelente jugadora. Con sangre repuso con voz baja.Soñé que la sangre fluía de las piedras de la criptay entraba en la capilla.También soñé con la estatua negra en la puerta y la sangre quemanaba por debajo.Luego soñé con sor Auguste. Ya he dicho que la intuición no lefalla , con sor Auguste y el pozo.¡Soñé que la sangre brotaba del pozo que sor Augustecavó y me cubría de los pies a la cabeza!Muy bien.Jamás habría atribuido una imaginación tan frondosa a mi joven discípula.Mehe fijado en que, alrededor de la boca y la barbilla, su rostro está cubierto de pequeñasmanchas, lo que indica falta de salud. Ma filie, no debes ser tan estricta repuse con gran delicadeza.Estimular el derrum-bamiento físico a través de la abnegación no es el camino más adecuado para garantizar elcumplimiento de nuestra misión en la abadía. Hay verdad en los sueños masculló con hosquedad.¿Acaso no estaba contaminadael agua del pozo? ¿Y qué me dice del sacramento?Asentí con gran seriedad.A veces cuesta recordar que tiene doce años: con la carita frun-cida y los ojos enrojecidos parece anciana, consumida. Sor Alfonsine vio algo en la cripta.De nuevo esa forma peculiar de murmurar, un poco huraña y a medias autoritaria. Sombras espeté tajantemente, y avivé el fuego. ¡No!130JOANNE HARRIS La Abadía de los AcróbatasHundió instintivamente los hombros, hizo una mueca y se llevó la mano a la boca delestómago. ¿Qué te ocurre?Mantuve la mano en su nuca hasta que se apartó. Nada.¡Nada! repitió como si la hubiera contradicho.Dice que le duele, que se trata de un dolor que durante los últimos días no cesa.Ya se lepasará.Parecía dispuesta a explayarse, pues la máscara arrugada cayó unos segundos y dejóal descubierto a la niña que podría haber sido.Enseguida se recuperó y durante un instantevi claramente a su tío en ella.Se trata de un parecido agradable: me recuerda que no trato conuna niña normal, sino con la hija de una estirpe violenta y degenerada. Le agradecería que se retirase concluyó con altanería.Me gustaría orar a solas.Asentí y disimulé la sonrisa.Hermanita, recita tus oraciones.Es posible que la casa de Ar-nault las necesite antes de lo que te imaginas.131JOANNE HARRIS La Abadía de los AcróbatasCAPÍTULO 33 de agosto de 1610Anoche Germaine se quitó la vida.La encontramos por la mañana, colgada del travesañodel pozo.El peso de su cuerpo lo ha curvado sin llegar a arrancarlo de las paredes de tierra.Unos pocos pies más y el cadáver habría contaminado el agua mucho más que el tinte rojo deLeMerle.Tal como sucedieron las cosas, el suicidio de Germaine fue tan enigmático comoella se mostró en vida.Encontramos mensajes obscenos y difícilmente descifrables en las pa-redes de la capilla y en varias estatuas, garabateados con el mismo lápiz de grasa negro quese empleó para estropear a la nueva Marie.Había quitado la cruz del Císter de la pechera desu hábito; descosió cuidadosamente las diminutas puntadas, como si quisiese ahorrarnos lavergüenza de verla en el pecho de una suicida.Apenas la vislumbré cuando la retiraron de la tumba vertical.Me pareció que estabaprácticamente igual que siempre.Hasta en la muerte su boca tenía ese rictus fruncido ycínico, el rictus de esperar y recibir siempre lo peor que la vida ofrece, mueca que escondíaun corazón vulnerable y más fácil de herir que lo que cabe imaginar.Durante la prima fue enterrada sin ceremonia en la encrucijada que se encuentraextramuros de la abadía.Cavé personalmente su tumba, recordé nuestro trabajo compartidoen el pozo y dirigí unas pocas, silenciosas y apesadumbradas palabras a Sainte Marie-de-la-Mer.Tomasine quería atravesar con una estaca el corazón del cadáver para evitar que andu-viera, pero se lo impedí.Comenté que había que dejar que Germaine descansase comopudiera y que no éramos salvajes, sino monjas.Tomasine hizo un comentario adusto e incomprensible. ¿Qué has dicho? Nada.Percibí el desasosiego.Durante el día caminó conmigo por la abadía, el huerto y la capilla;trabajó a mi lado en el horno y en los campos.De nada sirvió que el tiempo se fastidiase.Dela noche a la mañana el aire se tornó nulo y húmedo y el sol se convirtió en una monedadeslustrada tras la capa de nubes.Sudamos por debajo del manto nuboso y al transpirarapestamos [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]