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.- Es Ahuramazda el rey que habita ese palacio?Mene la cabeza.- No, Alteza.Al menos, no por lo que yo, Latro, el nio mendigo, he podido ver.Loscriados son los seores de ese palacio.Una vez el cocinero me dio carne y un pinche delas cocinas me dio pan.Incluso he podido ver al mayordomo con mis propios ojos, Alteza,y puedo aseguraros que es un gran seor en verdad.El regente se puso en pie y tanto Tisameno como yo le imitamos un instante despus.- Lo es para un nio que mendiga en la calle - repuso el regente -, aunque quiz no losea para l mismo.Hablaremos nuevamente de todo esto cuando hayas vuelto de Sestos.Deseas ver tu nave?- Me gustara verla, Alteza - asent yo -, aunque sea la misma en la que vinimos.Lo heolvidado pero Io dice que vinimos en un barco.- Es uno de los que nos trajeron hasta aqu - me explicó mientras abandonbamos laperfumada atmósfera de la tienda para salir a una noche todava ms aromtica -, pero noes el mismo en el que viajasteis vosotros y donde vine yo tambin.se me lo llevo otravez a Olimpia, y otro barco se encargar de llevaros a ti y a Pasicrates hasta Sestos.El hoplita y otro hombre estaban esperando fuera.- Eres el capitn Nepos? - preguntó el regente.El capitn dio un paso hacia adelante haciendo una gran reverencia.- El mismo, seor.Su cabello reluca cual la espuma bajo la claridad lunar.- Entiendes cul es tu misión y la aceptas?- Debo llevar cien Cordeleros y doscientos setenta esclavos hasta Sestos.Y tambindebo llevar una mujer, debiendo tener sta un camarote para ella sola.- Tambin llevars una esclava - le dijo el regente -, junto con el esclavo al que ahoratienes delante.- Podemos ocupar el mismo camarote - suger -.O podemos dormir en la cubierta, si nohay camarote para nosotros.El capitn meneó la cabeza.- Casi todo el mundo deber dormir en la cubierta, y aun as el barco ir atestado.- Pero tu barco ser capaz de llevarles a todos as como a sus raciones, verdad? - lepreguntó el regente.- S, Alteza, aunque sin demasiadas comodidades.- No las necesitan.Sabes que no podrs atracar en Sestos, verdad? Ahora seencuentra asediada y los dems puertos del Quersoneso siguen en manos del Gran Rey.El capitn asintió.- Les desembarcar mediante botes, ser lo ms seguro.- Bien.Entonces, acompanos.Le he prometido a Latro que vera tu barco y tendrsque sealrselo.El regente miró a su alrededor buscando a Tisameno pero ste haba desaparecido.Elhoplita se ofreció a buscarle pero el regente sacudió la cabeza.- Si quieres confiar en los que son como l debes permitirles cierto grado de libertad.Nos pusimos en marcha y me dijo:- Supongo que deseaba ejercitar un poco las piernas.Tuvimos que convertirle enciudadano para obtener su ayuda en la batalla, pero de todos modos nunca ser unCordelero.Aunque la luna no estaba muy alta en el cielo y su perfil pareca tan curvado como miespada, la noche era muy clara y en el firmamento se distinguan abundantes estrellas. Subimos hasta un acantilado que dominaba la ciudad y nos permita una vista magnficadel pequeo puerto.- Ah est el Nausica - indicó el capitn con voz llena de orgullo -, prcticamente en elextremo de la baha.Su barco era sólo una silueta oscura sobre la oscuridad an ms negra del agua perosent deseos de estar ya a bordo de l, pues tengo la sensación de que en esta ciudad yanada me espera.- Imagino que estaris ansioso por volver, capitn - dijo el regente.- Anso serviros, Alteza, pero.- Id - dijo el regente moviendo la mano.Pens que volveramos al campamento, pero el regente siguió inmóvil donde estaba ydespus de un tiempo me di cuenta de que no estaba mirando el barco sino el mar.Estaba mirando hacia Sestos y el mundo que est ms all.Acabó apartando la mirada y me dijo, en voz baja y pausada:- Si ese nio que mendiga., digamos que no se llama Latro, que su nombre esPausanias.y si ese nio, Pausanias, pudiera acabar conociendo al rey? Debesayudarme y yo te ayudar.Te dar la libertad y mucho ms an.Dije que no me crea capaz de hacer nada al respecto pero que me alegrara hacercuanto estuviera en mi mano.- Yo creo que puedes hacer mucho.Conoces a los criados, Latro, y quiz puedasconvencerles de que me permitan entrar en el palacio.Se volvió, disponindose a marcharse, y el hoplita que nos haba estado siguiendomientras ascendamos por el abrupto camino que escalaba el acantilado fue detrsnuestro tan silencioso como antes.Mientras volvamos al campamento pens en todo lo que el regente haba dicho y entodo lo que he dejado anotado aqu.Y sent una gran desesperación al pensar que meembarcaba en una empresa tan colosal y terrible, aunque no pude decir nada de ellocuando me separ del regente [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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