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.Cuando concluyó tenía copias en papel de más de trescientos informes en la bandeja situada al lado de la máquina, Y no tenía ni idea de si su esfuerzo había merecido la pena o no.Bosch se frotó los ojos y se pellizcó el puente de la nariz.Le dolía la cabeza de mirar la pantalla y leer historia tras historia de agonía paterna y angustia juvenil.Se dio cuenta de que no se había comido el sándwich.Devolvió la pila de sobres con las microfichas al conserje y decidió llevar a cabo la búsqueda informática en el Parker Center en lugar de conducir de nuevo hasta Hollywood.Desde el Parker Center podía tomar la autovía 10 Y llegar enseguida a Venice para cenar en casa de Julia Brasher.Sería más fácil.La sala de la brigada de la División de Robos y Homicidios estaba vacía a excepción de los detectives de guardia que se hallaban sentados delante de un televisor, viendo un partido de fútbol americano.Uno de ellos era la antigua compañera de Bosch, Kizmin Rider.Al otro no lo reconoció.Rider se levantó sonriendo cuando vio que era Bosch.—Harry, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó.—Trabajando en un caso.Quiero usar un ordenador, ¿puedo?—¿El caso de los huesos?Bosch asintió.—He oído las noticias.Harry, éste es Rick Thornton, mi compañero.Bosch le tendió la mano y se presentó.—Espero que te haga quedar tan bien como a mí.Thornton se limitó a asentir y sonreír, y Rider se mostró avergonzada.—Vamos a mi mesa —dijo—.Puedes usar mi ordenador.Rider le mostró el camino y le cedió su silla.—No tenemos nada que hacer aquí.No pasa nada.Ni siquiera me gusta el fútbol.—No te quejes de los días flojos.¿Nunca te lo había dicho nadie?—Sí, mi antiguo compañero.Es lo único que dijo que tenía sentido.—Apuesto a que sí.—¿Puedo hacer algo para ayudar?—Sólo estoy comprobando los nombres.Lo habitual.Bosch abrió el maletín y sacó el expediente del asesinato.Lo abrió por una página donde había elaborado una lista de los nombres, direcciones y fechas de nacimiento de los residentes en Wonderland Avenue que habían sido entrevistados.Era una cuestión de rutina comprobar los nombres de todas las personas que surgían en una investigación.—¿Quieres un café o algo? —preguntó Rider.—No, gracias, Kiz.—Hizo un ademán en dirección a Thornton, que les daba la espalda y estaba en el otro extremo de la sala —.¿Cómo van las cosas?Rider se encogió de hombros.—De cuando en cuando me deja hacer un poco de trabajo de detective —contestó en un susurro.—Bueno, siempre puedes volver a Hol ywood —comentó Bosch también susurrando y con una sonrisa.Bosch empezó a teclear para entrar en el ordenador del índice Nacional de Delitos.Inmediatamente Rider hizo un sonido de escarnio.—Harry, ¿todavía escribes con dos dedos?—No sé más, Kiz.Llevo casi treinta años escribiendo así.¿Esperas que de repente aprenda a escribir con todos los dedos? Todavía no hablo bien castellano ni tampoco sé bailar.Hace sólo un año que te fuiste.—Anda, dinosaurio, levántate.Déjame a mí.No quiero que te pases aquí toda la noche.Bosch alzó las manos en ademán de rendición y se levantó.Kizmin Rider se sentó y se puso a trabajar.Bosch sonrió en secreto a su espalda.—Como en los viejos tiempos —dijo.—No me lo recuerdes.Siempre me tocaba lo peor.Y borra esa sonrisa.Ella no había levantado la vista.Sus dedos se desdibujaban sobre el teclado.Bosch la observó admirado.—Oye, no lo había planeado.No sabía que ibas a estar aquí.—Sí, y Tom Sawyer tampoco sabía que tenía que pintar una valla.—¿Qué?—No importa.Cuéntame de tu ligue.Bosch se quedó de piedra.—¿Qué?—¿Es lo único que puedes decir? Ya me has oído.De la novata que, eh…, estás viendo.—¿Cómo coño lo sabes ya?—Soy una experta en recabar información.Y todavía tengo fuentes en Hollywood.Bosch salió del cubículo y sacudió la cabeza.—Bueno, ¿es guapa? Es lo único que quiero saber.No tengo intención de entrometerme.Bosch volvió a entrar.—Sí, es guapa.Apenas la conozco.Parece que tú estás más informada que yo.—¿Vas a cenar con ella esta noche?—Sí, voy a cenar con ella.—Eh, ¿Harry ?La voz de Rider había perdido todo asomo de humor.—¿Qué?—Aquí hay algo.Bosch se inclinó y miró la pantalla.Después de digerir la información dijo:—No creo que llegue a tiempo a cenar esta noche.13Bosch aparcó enfrente de la casa y estudió las ventanas en penumbra y el porche.—Lo suponía —dijo Edgar—.El tipo ni siquiera va a estar.Probablemente ya se ha largado.Edgar estaba enfadado con Bosch, quien le había llamado antes desde su casa.A juicio de Edgar, si los huesos habían permanecido enterrados veinte años, ¿qué mal iba a hacer esperar hasta el lunes por la mañana para hablar con el hombre? Pero Bosch le dijo que si no se presentaba iría él solo.Edgar se presentó.—No, está en casa —dijo Bosch.— ¿Cómo lo sabes?—Lo sé Y punto.Miró el reloj y anotó la hora y la dirección en la libretita que llevaba.Se le ocurrió que la casa en la que se hallaban era la misma en la que había visto cerrarse la cortina en la tarde en que empezó todo.—Vamos allá —dijo— [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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