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.¿Cómo podía no darse cuenta mi madre? Ella me sonreía como si nada malo sucediera.»”Se llama Jonathan”, dijo una voz desde la puerta.Alcé los ojos y vi a Valentine contemplando la escena con una expresión complacida.El bebé volvió a abrir los ojos, como si reconociera el sonido de su nombre.Tenía los ojos negros, negros como la noche, insondables como túneles excavados en su cráneo.No había nada de humano en ellos.Hubo un largo silencio.Clary permanecía paralizada, mirando fijamente a su madre, horrorizada.«Está hablando de Jace —pensó—.De Jace cuando era un bebé.¿Cómo puede uno sentir eso hacia un bebé?»—Mamá —susurró—.A lo mejor.a lo mejor estabas en estado de shock o algo.O a lo mejor estabas enferma.—Eso fue lo que Valentine me dijo —repuso Jocelyn sin la menor emoción—.Que estaba enferma.Valentine adoraba a Jonathan.No podía comprender qué era lo que me sucedía.Y yo sabía que él tenía razón.Yo era un monstruo, una madre que no soportaba a su propio hijo.Pensé en matarme.Podría haberlo hecho también., pero entonces recibí un mensaje, entregado mediante una carta de fuego, de Ragnor Fell.Era un brujo que siempre había sido amigo de mi familia; era a quién recurríamos cuando necesitábamos un hechizo curativo, esa clase de cosas.Había averiguado que Luke se había convertido en líder de una manada de seres lobo en el bosque de Brocelind, junto a la frontera oriental.Quemé la nota en cuanto la recibí.Sabía que Valentine no podía saberlo jamás.Pero hasta que no fui al campamento de seres lobo y vi a Luke no supe con seguridad que Valentine me había mentido sobre el suicidio de Luke.Fue entonces cuando empecé a odiarle verdaderamente.—Pero Luke dijo que tú sabías que había algo en Valentine que no era como debía ser., que tú sabías que estaba haciendo algo terrible.Dijo que tú lo sabías incluso antes de que él sufriera el Cambio.Por un momento, Jocelyn no respondió.—¿Sabes?, a Luke no deberían haberle mordido.No debería haber sucedido.Era una patrulla rutinaria por los bosques, había salido con Valentine., no debería haber sucedido.—Mamá.—Luke dice que yo le conté que tenía miedo de Valentine incluso antes de su Cambio.Dice que le conté que podía oír gritos a través de las paredes de la casa, que yo sospechaba algo, que temía algo.Y Luke., el confiado Luke., le preguntó a Valentine sobre ello justo al día siguiente.Esa noche Valentine se llevó a Luke de caza, y le mordieron.Creo., creo que Valentine me hizo olvidar lo que había visto, lo que fuese que me asustaba.Me hizo creer que se trataba de pesadillas.Y creo que se aseguró de que a Luke le mordieran esa noche.Creo que quería deshacerse de Luke de modo que nadie pudiese recordarme que sentía miedo de mi esposo.Pero no me di cuenta de eso, no inmediatamente.Luke y yo nos vimos por un espacio de tiempo tan breve aquel día, y yo deseaba con tanto ahínco contarle lo de Jonathan.Pero no podía, no podía.Jonathan era mi hijo.Con todo, ver a Luke, tan sólo el hecho de verle, me hizo más fuerte.Fue a casa diciéndome que haría un nuevo esfuerzo con Jonathan, que aprendería a amarle.Me obligaría a amarle.»Aquella noche me despertó el sonido de un bebé que lloraba.Me senté muy tiesa en la cama, sola en el dormitorio.Valentine estaba fuera en una reunión del Círculo, así que no tenía a nadie con quien compartir mi asombro.Jonathan, sabes, jamás lloraba.Nunca hacía el menor ruido.Su silencio era una de las cosas que más me alteraba de él.Corrí por el pasillo hasta su habitación, pero dormía silenciosamente.A pesar de todo, podía oír llorar a un bebé, estaba segura de ello.Corrí escalera abajo, siguiendo el sonido del llanto.Parecía provenir del interior de la bodega, pero la puerta estaba cerrada con llave porque la bodega no se usaba nunca.Sin embargo, yo había crecido en la casa.Sabía dónde ocultaba mi padre una llave.Jocelyn no miraba a Clary mientras hablaba; parecía inmersa en la historia, en sus recuerdos.—¿Nunca te conté la historia de la esposa de Barba Azul, verdad, cuando eras pequeña? El esposo dijo a su esposa que nunca mirase en la habitación cerrada, y ella miró, y encontró los restos de todas las esposas que él había asesinado antes de casarse con ella, exhibidas como mariposas en una vitrina de cristal.Yo no tenía ni idea cuando giré la llave en la cerradura de lo que encontraría dentro.Si tuviese que hacerlo otra vez, ¿sería capaz de obligarme a abrir la puerta, de usar mi luz mágica para que me guiara en la oscuridad? No lo sé, Clary.No lo sé.«El olor.ah, el olor allí abajo, como a sangre y muerte y putrefacción.Valentine había excavado un lugar bajo el suelo, en lo que en una ocasión había sido una bodega.No era un niño a quien había oído llorar, después de todo.Había celdas allí abajo, con cosas encerradas en ellas.Criaturas demoníacas, atadas con cadenas de electro, se retorcían, aleteaban y gorgoteaban en sus celdas, pero había más, mucho más; cuerpos de subterráneos, en diferentes estados de muerte y agonía.Había hombres lobo cuyos cuerpos estaban medio disueltos en polvo de plata; vampiros sumergidos cabeza abajo en agua bendita hasta que la carne se les desprendía de los huesos; hadas a las que habían perforado la piel con hierro frío.»Incluso ahora no pienso en él como un torturador.En realidad, no.Parecía perseguir un fin casi científico.Había libros de notas junto a la puerta de cada celda, anotaciones minuciosas de sus experimentos, de cuánto tiempo había tardado cada criatura en morir.Había un vampiro al que había quemado la piel una y otra vez para ver si existía un pudo más allá del cual la pobre criatura ya no pudiera regenerarse.Era duro leer sus anotaciones sin desmayarse o vomitar.No sé cómo lo conseguí, pero no hice ninguna de las dos cosas.«Había una página consagrada a experimentos que había realizado consigo mismo.Había leído en alguna parte que la sangre de los demonios podía actuar como amplificador de los poderes de los que nacen de forma innata los cazadores de sombras.Lo había probado inyectándose la sangre, sin conseguir nada.Nada había sucedido aparte de náuseas.Al final llegó a la conclusión de que era demasiado mayor para que la sangre le afectara, que se le tenía que administrar a un niño para que tuviera todo su efecto.preferiblemente a uno que no hubiese nacido aún.»En la página contigua a aquella en la que constaban tales conclusiones había escrito una serie de notas con un encabezamiento que reconocí.Mi nombre.Jocelyn Morgenstern.»Recuerdo el modo en que me temblaban los dedos mientras pasaba las páginas y las palabras se grababan a fuego en mi cerebro.“Jocelyn ha vuelto a beber la mezcla esta noche.No hay cambios visibles en ella, pero una vez más es el niño lo que me interesa.Con infusiones regulares de icor demoníacos como las que le he estado suministrando, el niño puede ser capaz de cualquier proeza [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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